En este breve libro he desarrollado varias ideas que tenía en mente gracias a un proyecto universitario, es digamos, sobre un capítulo que escribí en mi libro anterior: Los Rincones de Cuernavaca. El Palacio de Cortés además de ser de mis edificios favoritos de todo México, fue la causa de mi constante determinación para concluir mi investigación introduciéndome más a fondo en este tema. La información es muchas veces complicada de encontrar en los sitios oficiales, como el INAH. Institución que estudia el inmueble hasta 1974, año de la creación del Museo Regional Cuauhnáhuac. Así que empecé a buscar libros más especializados en el tema, que para mí sorpresa, hay libros muy interesantes pero que fueron publicados mucho tiempo atrás; desde 1958 hasta la década de los 90. Muchos ya no están a la venta en librerías. Interesantes sucesos que han pasado casi desapercibidos, contrastando con la importancia histórica del inmueble. Un claro ejemplo fue la recolocación del reloj del torreón. Como muchos saben el reloj del Palacio de Cortés fue inaugurado en diciembre de 1899, y “carranceado” (robado por las tropas carrancistas) en los primeros años de la Revolución Mexicana. Echando mano del acervo fotográfico (internet) como también en una pequeña hemeroteca propiedad de mi abuelo, pude determinar que el reloj fue colocado en la última etapa de la década de los noventa, entre 1995 y 1999. En el periódico encontré un artículo que mencionaba la importancia del reloj en el escenario para recibir el nuevo milenio en el año 2000. Me intriga mucho entender que la historia vivida día con día no es más que una ilusión, ya que el hombre comete contantemente el error de creer que la realidad de las cosas es inamovible. Los datos históricos y el conocimiento se pierden en el transcurso del tiempo, la información escrita para mucha gente pasa a segundo plano y como consecuencia es olvidada.
Los testigos mudos de la historia
Esta frase me gusta mucho ya que sintetiza un hecho real, los edificios son los que conservan sus diferentes etapas en el tiempo, son como rocas sedimentarias que muestran sus capas geológicas. En el caso del Palacio de Cortés son hechos visibles, con casi 500 años de historia este inmueble desvela en sus paredes, losas, baldosas y columnas las etapas que ha sufrido. Parte desde la época de la conquista de México, acontecimiento que en este mismo sitio existió el Tlatocayacelli: pirámide de recaudación de tributos. Las siguientes etapas son las que corresponden a la construcción del inmueble, entre 1526 y 1535. Posteriormente su vocación fue mudando de casona al abandono, a ser cede del gobierno, oficinas, cárcel etc. En 1899 se rediseña la fechada principal, colocando el icónico torreón y su reloj. En 1974 se convirtió en lo que hoy sigue siendo, el Museo Regional Cuauhnáhuac.
Reinauguración del reloj
Después de casi cinco años de reconstrucción y reparaciones, el reloj volverá a echar andar sus manecillas. Un suceso que me alegra ya que poco a poco volveremos a tener nuestro centro histórico al 100%. Acontecimientos que tanto enriquecen a nuestra bella ciudad de Cuernavaca y al estado de Morelos.
Honrado estoy de haber sido invitado a la ceremonia de reinauguración del reloj (en su restaurado torreón) por el licenciado Carlos Lavín Figueroa, cronista de esta ciudad. Durante la ceremonia hubo una breve explicación de los trabajos de remodelación. Me sorprendió la tecnología que implementaron para la reconstrucción del Torreón. El primero fue construido en 1899, estaba hecho de mampostería y cementantes, esta estructura perduró hasta el temblor de 2017, cuando sufrió graves daños que fueron irreparables, su demolición y reconstrucción se llevaron a cabo entre 2017 y 2022. Periodo en que se planeó su remozamiento con un método constructivo innovador. Toda la estructura del nuevo torreón fue hecha de madera, un material que por su ligereza y durabilidad convienen para una estructura colocada en lo más alto, funcionando como péndulo inverso. El antiguo torreón pesaba 45 toneladas y el actual solamente 16, sustracción de peso necesaria en caso de sismo.
Imágenes
Imagen de principios del siglo XX, un zeppelín cruzando el cielo de Cuernavaca, el Palacio de Cortés aun conservando su antiguo acabado de finales del siglo XIX.
Conclusión
El legado histórico es una responsabilidad que la comunidad tienen que preservar, ya que nada permanece intacto con el paso del tiempo, debemos tener un registro oral y escrito. Por fortuna el Palacio de Cortés es un inmueble más que ha ganado varias batallas al olvido. Sin embargo y parafraseando a Borges: “Nuestro destino es el olvido”
El libro lo pueden encontrar en Mercado Libre.
La Lupa de Santiago 
Excelente su redacción, de principio a fin. Compraré el libro. Gracias
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ya próximamente tendremos copias de la tercera edición del libro. le hare saber cuando los tengamos
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